miércoles, 8 de febrero de 2012

Buenos Aires, 25 de Noviembre de 2011

Después de 20 horas en un avión me veo en el silencio de este apartamento alto y luminoso con vistas a la mezquita y al hipódromo de Buenos Aires. Recién llegada, el sol acaricia, es primavera y desde la cristalera se ve el jardín del edificio con gente al borde de la piscina ya instalada en las tumbonas. 
Sí me acurruco apoyada en el costado izquierdo -como llevo ese antifaz de fieltro negro que dan en los vuelos intercontinentales- las imágenes que atraviesan mi cabeza son en su mayoría claras, tienen que ver con flores, luz, cerezas y todo un caleidoscopio diurno introducido  en una gran esfera de cristal blanco, hecho de hexágonos. Sí, en cambio, pruebo a volverme al otro lado, -con la mejilla derecha apoyada en el sofá de cuero marrón de invitados-, las imágenes son oscuras, profundas y se hilvanan en pequeñas narraciones, casi en sueños.
Antes del viaje pensé que una de las cosas más atractivas del destino sería este jet-lag, poder salirme del otoño húmedo y oscuro próximo al solsticio de invierno. La temprana oscuridad me precipitaba en un penoso estado de somnolencia con la postura rígida de no haber entrado en calor en todo el día.¡Sí, el jet-lag tendría cosas buenas en mi estado, aunque sólo fuese el sacarme de la introspección forzosa del Otoño!. Por lo demás, al estar Federico - mi anfitrión- muy ocupado, mi semana en Buenos Aires parecía iba a transcurrir con las actividades acostumbradas que se suceden en los días de ocio en casa; desayunar más de una vez en cualquier café apetecible, ir al cine o al concierto, pasear por el parque y mirar las nubes con frecuencia. Claro que iba a estar más sola. ¿Pero, no era esa la terapia?  

Bajo  en el ascensor de hierro blanco. Las flores del tilo del jardín se han colado  y cubren la madera del luminoso hall de entrada. El portero  se afana en barrer la capa blanca y amarilla perfumada.."¿qué tal, cómo le va?"  
Buenos Aires con sus avenidas sobre-dimensionadas. Es mi  primer paseo y ya me doy cuenta que me deslizo sobre un mapa a otra escala; cuadras kilométricas, árboles oscuros de raices interminables y siempre a lo lejos -aunque ya estés muy cerca- las estatuas gigantescas de los héroes de la patria. La maqueta se agranda y parece casi a tiempo real cuando logro leer lo que reza el pedestal de las estatuas; nunca nada parece haber ocurrido hace más de doscientos años. ¡Qué placer sentir el sol de primavera y qué alivio no sentir la carga de la historia!.
Intento llegar al Museo de Artes Decorativas que "sólo" esta a ocho cuadras. Ando como Alicia,  sin apenas avanzar  y pienso, "quizá he venido a Buenos Aires a andar por un damero gigantesco, caminar y caminar con la sensación de no llegar  a ningún punto".
Me veo desde arriba diminuta, dando pasos sin  moverme realmente, de aquí al museo -que en el mapa se veía tan cerca- transcurre creo mediodía y aunque estoy en la acera, los coches pasan muy lejanos por la Avenida del Libertador, debo ser la única que se desplaza a pie por estas grandes avenidas latinoamericanas.
 Por la noche vamos al apartamento de Daniel Bohm. Creo no haber estado  nunca antes en un apartamento "realmente" panorámico como este. Parece ocupar los cuatro lados de una planta del rascacielos más más alto de la plaza de San Martin. A cada habitación le sigue con naturalidad la siguiente; living, área de trabajo, cocina, cuarto de servicio, vestidor, invitados... y todo un mundo que gira hasta completar los 360 grados del cielo. Un lujo que en la España de mi infancia no  se veía más que en las series americanas. Me viene a la memoria la vida con vistas al Central Park de "Mis adorables sobrinos". Cada capítulo comenzaba con  unos diamantes que daban vueltas sobre sus ejes al ritmo de una melodía alegre y sofisticada.   
Abajo tuvimos que atravesar el recinto amurallado de conserjes, escaleras de servicio, escaleras de residentes. Un acorazamiento de la vida privada que en Europa es difícil de encontrar. Supongo que subimos al trozo de cielo de los "elegidos" de San Telmo, Recoleta, San Martín. Dentro, la vida de Dani se desarrolla sin embargo de forma exquisitamente natural; la didícil logística de reservar el restaurante de la cena, organizar las agendas de los invitados. Terminamos cenando en el patio de un restaurante porteño. Algo que aquí por lo visto no es tan fácil sin reserva previa. Nada mejor que una cena entre amigos cerca de un árbol perfumado. Aunque por el jet-lag no sé sí tengo hambre, pruebo por primera vez un exquisito ceviche peruano. Oigo cansada hablar de Montevideo, comida peruana, residencias en Punta del Este. Siento estar de nuevo en un mundo a otra escala; el damero gigantesco latinoamericano.

Buenos Aires, 26 de Noviembre de 2011

Hoy decido cambiar el modo de desplazarme en mis recorridos turísticos por la ciudad sin fín. Es tontería andar sin avanzar. He comprobado que los taxis son baratos. En el extremo superior derecho del parabrisas delantero va corriendo el contador de números rojos y después de chaflanes y chaflanes casi nunca  hay que pagar más de 10 o 15  pesos. No me he preocupado en averiguar a cuánto está el cambio. Nunca me parece "tan fácil"  multiplicar por dos, dividir por diez y restarle cinco, dado el caso. Cuando llego a un país con otra divisa mi unidad es lo que cuesta un café en un establecimiento que no sea turístico. Enseguida entra uno en materia.
En nuestro desayuno-despedida de la mañana vienen a traerle en persona algo a Federico. En la Buenos Aires interminable -desde aquí veo Sevilla como un conjunto de casas alrededor de una catedral- se utilizan mucho los envíos, los paquetes, el correo. Todo está al alcance de la mano gracias al "delivery".
Tienen arte para "armar" de forma "cool" los anglicismos  que denotan esa "relajada" y  dinámica  "american-way-of-life" necesaria, por otra parte, en estas grandes extensiones; "country", "delivery", "shopping". Una forma de hablar que conjuga perfectamente los dos mundos y donde la solución creativa a cualquier contingencia siempre es "a full". Son grandes comunicadores pues dominan el arte de las apariencias. Y no se ve  a nadie despistado o "sobrepasado" detrás de un mostrador.
No importa  que gestionen  taxis en el aeropuerto, conduzcan colectivos - los conductores cobran según recorrido, frenan, aceleran y sortean el peligroso tráfico- sean camareros, recepcionistas o banqueros, que siempre les persigue un halo de dinamismo que les impulsa continuamente a sacarse soluciones inesperadas y creativas de la manga. Los profesionales argentinos pueden con dictaduras, desapariciones y corralitos, y sí no valen- que supongo que también los habrá- no importa porque reina la primera y universal ley de todo gremio, familia o grupo profesional;  se cubren y protegen entre ellos. Bueno  y -bien pensado- también son maestros en la segunda ley universal; no se les caen los anillos. Mirando escaparates por Palermo nunca te asalta el aburrimiento; zapatos a medida, desayunos creativos, tartas de cumpleaños con ingredientes naturales, miel del interior del país, muebles contemporáneos de buen gusto,  y un largo ecétera.
Me despido de Federico y el "mensajero" se ofrece en una maniobra rápida a acompañarme en dirección contraria de los bosques de Palermo y las grandes avenidas que llevan al centro- mi mundo conocido hasta ahora-. Descubro que muy cerca, más allá de la isla placentera y perfumada  de este barrio, se asoma otro mundo; colectivos, gente con prisa, inmuebles no custodiados por porteros, cafés anticuados sin bollería francesa. Santa Fé; una arteria interminable que atraviesa Palermo por su otra cara; el zoo, el jardín botánico, la espalda de la Biblioteca Nacional.
Por el camino "el mensajero" me explica que es una zona limítrofe por los muchos caminos que se pueden tomar desde Santa Fé; por ejemplo; ir hacia Belgrano -que me da la sensación  que se trata del  mundo  que queda al otro lado del puente de hierro-. Pasan  colectivos que te llevan incluso fuera de esta ciudad, menciona.
"En realidad soy psicólogo", me explica. Me siento contenta de estar en Buenos Aires, caminando entre el bullicio de una gran urbe americana, acompañada por un robusto psicólogo. Cambio de planes, no voy a coger un taxi.  Veo una boca de metro, le pregunto al mensajero -que en realidad es psicólogo- sí es factible ir en metro a la "parte monumental" -considero que como es mi segudo día en Buenos Aires tengo la obligación de ir a la  Plaza de Mayo y ver la Casa Rosada, la Avenida 2 de Julio y ver el Monolito. "¡Sí!", me acompaña desviándose algo de su camino. (¿es sólo simpatía o quiere iniciar un fugaz y fácil romance con una forastera de vacaciones?, cogerse de la mano, forzar una invitación a su apartamento que enseguida me imagino como esos departamentos anticuados donde hacen el amor los desconocidos en los cuentos de   Onetti ).
Me mira el escote de la camisa azul de hilo mientras nos despedimos en la boca de metro. Ya en el interior del metro me arrepiento de no haberme hecho la encontradiza. Siempre tan comedida y tan correcta. Hace ya mucho tiempo que no las sé coger al vuelo. Después sigo hundiéndome en el arrepentimiento; Podría incluso haberle contratado una terapia express durante mi semana en Buenos Aires. Compañía, sexo y terapia. ¿No es eso lo que todos deseamos de un viaje?. Justo lo apropiado ahora que estoy de duelo, que papá ha muerto, que la familia se ha resquebrajado. ¡Qué necesidad tendré yo de ver la Casa Rosada!!!.
Con el día por delante en esta gran ciudad. Casi la única línea de metro que atraviesa  el interior de Buenos Aires es lenta, hace calor y la gente ya parece cansada y desgastada a estas horas de la mañana. Yo también me siento cansada y desgastada, ¿o es el yet lag?. Cuando salgo a la superficie y me veo otra vez rodeada de grandes avenidas, tengo ganas de llorar. ¿De verdad tengo energía para trasladarme  por Buenos Aires durante un eterno día de primavera?.      
En el Nueva York de los cuentos de Paul Auster los mendigos empiezan a quedarse inmóviles en la gran ciudad hasta no abandonar una misma calle para terminar, al fin, observando durante horas como se traslada la sombra de una esquina a otra del mismo chaflán. Pienso en Nueva York y en  otras grandes urbes americanas desde un agradable café vegetariano donde he buscado refugio antes de recorrer como una pulga  la extensa plaza donde se ubica la Casa Rosada. Se ve a un grupo de madres de mayo a lo lejos ¿o es acaso un grupo de turistas con sombreros blancos?. Escribiendo en esta pequeña libreta plateada, compañera habitual en mis  recorridos por  esta gigantesca ciudad.

Buenos Aires, 27 de Noviembre de 2011

Ya antes de salir de Sevilla me advirtieron de la inseguridad de las calles de Buenos Aires. Desde que llegué muchos se despedían con frases como "no lleves la cámara sola", "cuidado con el barrio".
Ayer por fin el miedo dio sus frutos. Me adentré buscando una galería de grafiteros en un barrio de bandas juveniles, donde ni siquiera llegan los colectivos. Estaba haciéndose de noche y pensé. ¡Voila!. ¡Por fín me he convertido en una estúpida turista atrapada en el fondo fétido de la miseria!. Salí con pánico de esas calles de socabones y gente sucia arremolinada en los porches, para llegar atropellada a algún sitio donde al menos pasaran coches. No tenía monedas para el colectivo. Amedrentada  me olvidé de coger el cambio en un kiosco, me llamaron; !Señorita, su cambio!.
El miedo siempre acaba en vergüenza. Sospechas al azar  y sólo consigues ponerte en evidencia. Se me viene a la cabeza la imagen de mi amiga Lina en Nápoles; rubia  alta, elegante y agarrada a su faltriquera, dando  respingos cuando pasaba al lado de cualquier niño por el barrio español.
Será por esa incursión de anoche en el Buenos Aires equivocado que he vuelto  a tener pesadillas (la semana de la muerte de papá  soñé con tarántulas gigantescas que se resquebrajaban).  Me he despertado sin corage, hoy no quiero lanzarme a la ciudad. ¿De verdad es por el miedo a perderme de nuevo en el abismo de un barrio peligroso  o es simplemente pereza?. Una mañana húmeda y calurosa. Me quedo  pegada  en el sofá de cuero marrón  mientras zapeo por los canales de la televisión argentina.
Cambio de un canal a otro y desfilan "a la carte" todos los estereotipos argentinos; la t.v. y sus caricaturas. Maradona (se ha muerto su madre y está muy triste). Cristina Kirchner, la gran oradora  vestida de negro. Un canal exclusivamente dedicado a la psicología. Los entretenidos spots publicitarios que en Argentina parecen thrillers psicológicos. Documentales del nuevo y reforzado kircherismo apelando a la memoria histórica, a la  identidad de género;  un documental sobre  un programa de ayuda a la reinserción de guaranís transexuales del interior. Una astróloga con las predicciones del 2012. Argentina es de horóscopo cáncer, me entero.   La elocuente astróloga explica; los cáncer siempre tan desmesurados, intensos en la caída y en la gloria, incapaces de respetar la invisible línea entre lo público y lo privado. Pienso en "toda" Argentina llorando por una sola mujer, en "toda" Argentina torturada y desaparecida, en "toda" Argentina eufórica de prosperidad. Se acerca el  aniversario del corralito y ahora se ha dado la vuelta a la tortilla. Los jóvenes profesionales vuelven reforzados y sonrientes del éxodo en Europa y el kirchnerismo ha preparado programas de reinserción. ¿Cuándo aprenderá España a valorar el talento?. Argentina, una próspera nación donde todo el mundo parece entusiasmado en este momento.
 No hay nada como dedicarle un día al vagueo, no museos, no fotografías, el cerebro sin necesidad de orientarse, bajar a la esquina en shorts y desayunar durante horas. Me aficiono al desayuno stándar: café con tres mini-cornetos y  los dos periódicos porteños, "Clarín" y "Nacional". !La audaz prosa latinoamericana!. Me gusta la prensa inglesa, italiana, de Nueva York, todo menos el aburrido desayuno con titulares en España.
Clarín es más crítica con el kircherismo. Leo que Cristina ha esperado a subir impuestos y precios hasta ser reelegida (¡el taxi sube hoy un 26%!). Las ganancias no serán tales si la crisis en Europa permanece, principal compradora del grano y otros productos de la extensa pampa Argentina. La política desde otra esquina del mapa. "Los profesionales prefieren hacer pequeñas escapadas". Me recuerda a las frases del País Semanal de hace 10 años. En la España enflaquecida no se habla ya de "profesionales", sólo se les nombra para aludir a la fuga de cerebros.

Buenos Aires, 28 de Noviembre de 2011

Parece que aquí la costumbre es emplearse a fondo con el shopping. Federico se mueve de compras, si cabe, con mucha más soltura y seguridad que en España. Apenas puedo seguirle el paso cuando cruza deprisa de una tienda a otra. Voy pisándole los talones mientras hace sonar por las cajas registradoras de las tiendas su visa. Le van bien las cosas, Federico es un joven productor de éxito que vive a caballo entre Madrid y Buenos Aires. Por discreción no me atrevo a confesarle que a mí no me gusta ir de compras cuando estoy de viaje, me aterroriza cargar maletas pesadas. Además de ser demasiado despistada para no estar tentada a olvidar la mitad de las compras detrás. No voy de compras ni en Nueva York, ni en Italia,  ni en Paris. 
Reconozco hay un estilo refinado "a lo latinoamericano". Los "shopping" son recintos -el lujo siempre está aquí precintado, amurallado, resguardado- de mármol y arañas que cuelgan de espectaculares cubiertas y cúpulas de cristal. Los escaparates dispuestos con una sencilla y elitista exquisitez. Los dependientes, delicados adonis de tez pálida y ojos verdes, o morenos de ojos negros que llevan los pirata -es primavera, casi verano- a la justa altura de  la pantorrila. Todos parecen estar "en onda", saben de marcas que yo desconozco.
En general me gustan  los hombres argentinos, parecen buenos padres y no muy malos amantes. Son bien parecidos, sin barriga, tienen un perfil bonito en la media distancia, una caída de pelo a la italiana -no ese pelo que a menudo nace ya demasiado recio desde la raiz como en España- y parecen muy dados a actividades masculinas como lavar o poner a punto los coches en el porche de la casa o estar siempre al aire libre practicando los más insospechados deportes.
No sé por qué las mujeres no me seducen tanto. Me parecen algo neuróticas o permanentemente insatisfechas, al menos las de clase alta que veo por este barrio. Al pasar por los cafés presencias a menudo conversaciones de pareja del estilo "hoy toca cantar las cuarenta". Creo son muy dadas a "desahogarse" sólo en intensas "catarsis de pareja". Bellas argentinas, delgadas, con cinturas de avispa y uñas pintadas. Son guapas y seguras de sí mismas, supongo, sin embargo no  deseas parecerte a ellas como cuando paseas por Paris. Visten de forma agradable y con sencillez pero pasan demasiadas horas en la  peluquería. 
En Santa Fé con Callao hemos encontrado una estupenda librería. Los libros se apilaban en una combinación de clásicos revisitados en bonitas ediciones y nuevos talentos latinoamericanos. Los libreros cultos, sencillos y sonrientes. Yo salí ilusionada con lectura para toda mi semana en BBAA.(Manuel Mujica Lainez, Silvina O¨Campo, Gustavo Kusminsky...).Latinoamérica, el continente de los libros; la preciosa prosa latinoamericana. ¡Un idioma en común que tanto nos separa!. Ante la frescura con la que aquí "montan" las frases ando  algo agazapada con mi acento. Federico me lo advierte nada más llegar; el jet-lag siempre se hace evidente en una especie de afasia en la que las expresiones del castellano español dan extrañeza y  te quedas  unos instantes  dudando,  optando  finalmente por el silencio.
Al llegar a casa devoro "médanos" (Gustavo Kusminsky). Le doy la vuelta y veo en la contraportada, editado en Octubre de 2011. Me da una punzada en el corazón. "Ya había muerto papá" -pienso entristecida-, "este libro existe ya en la era en la que papá ya se me aparece sin vida en los sueños". Una figura recostada casi siempre vestida con su jersey marrón de cremalleras. Un padre ya muerto al que hay que enderezarle continuamente la cabeza y que nos acompaña en nuestras situaciones familiares (en el AVE llevando su hurna de cenizas al cementerio de Córdoba, en las comidas de fin de semana familiares, etc.). Ahora, en este elegante café de Buenos Aires, mientras pienso en mi padre de joven en la Andalucía de los cincuenta, en su época estudiantil en  una Sevilla de estudiantes señoritos y toreros con queridas secretas, suena la música  de Miles-Davis inspirada en las mesetas españolas, otra de las muchas coincidencias que atraviesan el pensamiento cuando estás de jet-lag o tal vez de  duelo, cuando las horas y la memoria andan así de trastocadas.
"Médanos", editada sólo hace un mes, premio de narrativa hispanoamericana, es un autoretrato del autor; él mirándose en su escritura al mismo tiempo que se encarga de la búsqueda de raices familiares (creo aquí en su mayoría son judíos del éxodo los que se asientan en el Siglo XX por el interior). Estirpes que se extienden como hilillos de mercurio por la pampa, por el plano extenso del "nuevo mundo", donde sólo el viento  y los recursos naturales establecen los vectores de crecimiento.

Buenos Aires, 29 de Noviembre de 2011

Ya me conozco la manzana de Palermo/Bosques de Palermo donde estoy de visita en Buenos Aires. Un mundo acomodado, frondoso, espaciado y relajante. El aroma de los tilos en flor, la bella arquitectura de grandes halls de madera mármol y cristal, los cafés refinados de dulces franceses, la decoración austera y contemporánea, la exquisitez silenciosa del servicio. Se me antoja sin embargo demasiado burguesa para hacerme sentir de viaje. Esa punzada que te atraviesa el pecho en algunos momentos del viaje la he sentido hasta ahora  lejos de esta esquina residencial de Buenos Aires. Hoy, por ejemplo, cuando estábamos esperando el guaca-mole en un restaurante mexicano  he tenido esa sensación que te transporta. Las paredes verdes, azules y naranjas (al nuevo mundo le favorecen los colores chillones, la luz se adhiere de distinta forma). Y sonaba la ranchera. ".."es importante no dejar de corretear", "¡que la vida es una farsa...".
También me ha encantado salir por Agüero. Cogimos un taxi y atravesamos algo que me pareció como veinte veces más extenso que el Exaimple de Barcelona elevado al cuadrado. Fuimos al teatro y vimos "Tercer Cuerpo" de Claudio Tolcachir, un autor  premiado tanto en Madrid como en Buenos Aires. Es una sala pequeña y agradable,  de esas en las  que tienes que pasar a la izquierda del escenario hasta tomar asiento en las gradas. La interpretación de las actrices principales era magnífica y la obra  trataba de unos personajes atrapados en la soledad y sordidez de una oficina llena de legajos.  Un drama que consigue hacerte reir. Fuimos con la dulce hermana pequeña de Federico (tiene una empresa de desayunos creativos que se llama la dulce Charlotte). Me encantó cenar luego  en un barrio castizo de teatros viejos, antros emblemáticos de tango y personajes de edad madura andando por la calle con sus camisas y faldas desgastadas, charlando en corrillo y saludándose en la cálida noche de finales de Noviembre.
Cuando desde entonces me preguntan qué es lo que más me ha gustado de BBAA y digo "Agüero" todos se miran sorprendidos entre sí. Supongo esperan les nombre San Telmo, Puerto Madero y otros símbolos de la BBAA más próspera pero a mí me pareció reconocer por esas calles mal ventiladas el alma, el hueso, la semilla de esta fruta gigante .
Atravesando Palermo de vuelta del ocioso día de shopping nos cae una tibia tormenta de verano. En seguida vuelve a salir el sol y ahora la arquitectura de Palermo/Bosques de Palermo parece brillante y refinada. ¡Qué agradable estar de viaje por el mundo!, y -como decía la letra de la ranchera mexicana- "corretear por el mundo y seguir equivocándote".
Estar de viaje, sentirte en movimiento. Me viene a la memoria un pasaje de  la autobiografía de Santa Teresa, detenida en la Sevilla axfisiante de Agosto a la espera de una audiencia que nunca llegaba:  "así deben estar las almas en el infierno, detenidas, ...el movimiento alivia aunque sea para cambiar unas penas por otras".

Buenos Aires, 30 de Noviembre de 2011

Vamos a ver el MALBA, el museo de arte contemporáneo del que parecen estar todos muy orgullosos. Ayer estuve sola visitando el Museo de Bellas Artes desde cuya terraza se divisaba la estupenda fachada de la Facultad de Derecho. Un gigante frontón neoclásico de gran escalinata y colosales columnas de un extraño granito.  No muy lejos se encuentra en alto la Biblioteca Nacional, un edificio extraño de los setenta que me recordó a la Filarmónica de Berlín; parece también un platillo volante orgánico que va reptando por una colina exenta hasta alcanzar lo que a mi me pareció el punto más alto de "Recoleta"; a sus pies, el monumento a Evita Perón. Te da la sensación de presenciar la llama eterna de la patria argentina. La altura importa, así como la forma que han tenido de "salvaguardar" en grandes edificios emblemáticos las artes, la cultura, el derecho, los libros, los pilares humanistas en los que se asienta la nación.
Al arte contemporáneo le han hecho un hueco en esta isla plagada de emblemas. El MALBA está en un bello edificio (por fin algo de mediano tamaño) de terrazas y cristaleras a diferentes alturas y con diferentes orientaciones. No recuerdo sí era en rampa o desde grandes escalinatas pero mientras recorres el Museo se divisa un atrio central donde cuelgan de forma favorecedora los impresionantes murales  latinoamericanos.
En el MALBA como en cualquiera de los templos al arte contemporáneo del mundo te sientes "a salvo" de otros mundos diferentes. Miro a mi alrededor en la blanca y moderna cafetería-restaurante y veo elegantes y refinadas parejas con catálogos comiendo ensaladas y tomando vinos selectos.
A pesar de estar en el luminoso e intercambiable mundo del arte contemporáneo en los cuadros de la colección latinoamericana veo algo  inconfundible de estas tierras, de esta luz, de esta historia. Los murales de esfinges de expresión hierática me recuerdan a los relieves tallados en madera de los indios, los cactus, los colores chillones que tan bien se adhieren en este nuevo mundo. Creo reconocer en las  formas no lineales del cuadro  de Tarsila do Amaral (el sol, el cactus y el cuerpo en zig-zag constreñidos en un mismo lienzo) las visibles raices intrincadas de los laureles de indias de los bosques de Palermo.
Compro una postal para Álvaro, una reproducción del sorprendente mural de Antonio Berni de 1934. Una masa de rostros con rasgos indios y sombreros argentinos marchan al unísono en manifestación, se distingue una pancarta con el lema "pan y trabajo". ¡Qué bien expresa Berni la desesperación de los rostros! Pienso en los indignados y en las  calles europeas y del Norte de Äfrica de esta pasada primavera, también la historia es "intercambiable".
Comemos en Puerto Madero. El nuevo Sky-line de BBAA junto al agua. Shopping, restaurantes. Un barrio recién construido, símbolo de la emergente fuerza de latinoamérica. Como en todos los barrios recién construidos se han olvidado un poco de los árboles. Hace calor y humedad y hay que buscar un hilillo de sombra en una jacaranda recién plantada. Entramos en un restaurante muy cómodo. Mesas dispuestas ante un gran ventanal. A la entrada una pequeña tienda gourmet te ameniza la búsqueda de mesa.
Siempre es agradable comer juntos después de las compras, sintiendo las bolsas de papel a los pies. Miro a mi alrededor y reconozco los perfiles judíos que a menudo se repiten en este barrio. En la mesa de al lado una joven familia con dos niños. El padre instruye de forma lúdica y relajada a los niños. La mujer alta, delgada y vestida de hilo mira la carta abstraída.

1 de Diciembre de 2001

Es Lunes, se acabó el fin de semana de compras, restaurantes y museos. Ya conozco lo suficiente BBAA para saber que salir requiere recorrer grandes distancias, batallar con colectivos, ruido, y búsquedas en el mapa. Hoy me apetece comprobar que la ciudad tiene un límite. Ver como se acaba  el asfalto y resurge la pampa verde y vigorosa.
Me acuerdo de lo que mencionó de pasada la limpiadora de Federico; en Santa Fé hay un colectivo que lleva a Tigre.
Cuando estaba vagueando pegada en el sofá de cuero viendo la t.v argentina llegó la limpiadora de los apartamentos. Una mujer "guaraní" venida del interior y encantadora. He encontrado en muchas partes y ciudades del mundo  este tipo de limpiadoras. Mujeres venidas del campo, contentas y optimistas por haber conseguido pagar estudios a todos sus hijos- su hija es azafata, su hijo mecánico de aviones- Casi todas tienen en común un marido parado o algo borracho. Me explicó resuelta que se podía ir a Tigre en colectivo, que BBAA no era peligrosa. Seguro que no asaltan a las limpiadoras de mañana cuando salen todavía de noche de sus barrios en el extraradio. Pienso en ella y me digo que fuera, más allá, tiene que existir hoy mismo un mundo lleno de paisajes nuevos y emocionantes. Decido que ha llegado el momento de intentar  "salir"  de esta ciudad sin fín..    
Me gustan las "escapadas" decididas en secreto y sobre la marcha. Miro por la ventana y veo la mezquita de Buenos Aires y el hipódromo. Me gusta Diciembre, también aquí es un mes rojo .
"Un licuado de plátano y manzana..puede ser?.   El periódico, el café, la ventana de mi habitación es preciosa. Estoy en el Hotel Borges de Tigre en el Delta porteño. Mi ventana da a un patio "donde crece el magnolio". Contraventanas de hierro pintadas de blanco y unas verjas forjadas con motivos vegetales (una ventana a lo Matisse). La disposición del mundo en la ventana como en algunos cuadros de Picasso, en que el estudio del artista se refleja en las sombras de las contraventanas. La luz de dentro a afuera, como metáfora de cómo yo veo el mundo, como resuelvo a disponer mi vida.
El Delta, un precioso paisaje en un verde clarooscuro. Las cabañas a los pies del embarcadero a lo Huckelberry Finn. De lejos salta a la vista la sofisticada "countrylife" argentina- comparada al menos con los alcornocales ibéricos-. Argentinos remando, argentinos a caballo, argentinos jugando al polo, argentinos y sus asados al aire libre, moviéndose de un sitio a otro en los típicos coches rancheras.
Doy un paseo por el Delta en barco turístico. Me avergüenzo de un grupo de turistas españoles gritones y mal educados. El Delta desde el agua es aún más bonito. Lamento tener poco tiempo y no  poder perderme en estos bellísimos paisajes argentinos. (qué diminuta es Europa!).
Leo los cuentos de SILVINA O'CAMPO. Hasta ahora creía que fue exclusivamente pintora o ¿era su hermana la que estuvo casada con Echenique?, (¡qué poco sé realmente de Argentina!). Al leer las primeras lineas tengo que detenerme no sin cierto prejuicio. El surrealismo o realismo mágico sudamericano me parece un estilo estridente y desfasado para los tiempos de las autobiográficas novelas contemporáneas, a lo Cotzee!!!, La realidad ya no es como la pinta el realismo mágico,- pensé-.  Los arroyos no se evaporan en pequeños gnomos capaces, a su vez, de volver ciego a un niño que se bañe los ojos en él. Pero miro el extrañamente poderoso paisaje de Tigre y pienso que la fuerza natural de las nubes, los pájaros y los arroyos aquí tienen esa poesía. En el campo argentino el sueño de la razón produce gnomos que vuelven ciegos a los niños cuando se acercan a beber agua en los arroyos.